domingo, 10 de marzo de 2013

María Eugenia D.E.P.

La Curro. En realidad no se llamaba así, obviamente, pero nosotros estábamos en plena adolescencia (y quienes se inventaran el mote unas décadas antes que nosotros, también) y entre la inconsciencia de la edad y el odio/temor a las matemáticas y la física y química la llamábamos así. Nunca delante suya, claro, que éramos jóvenes e inconscientes pero no idiotas (al menos no del todo). En realidad se llamaba María Eugenia. Y como habréis deducido era profesora de ciencias, estudió química en Sevilla, pero a mí sólo me dio clase de matemáticas durante un año. ¡Y menudo año! ¡¡¡¡¡Y menuda clase!!!!! 4° de ESO B del curso 99/00 del Cervantes. Creo que hay profesores que todavía se acuerdan. Una clase llena de mastuerzos, pero no como el resto de clases de 4° de ESO de los sitios normales del resto de promociones, no. En esa clase estaban todos los repetidores de 2° de BUP, estaban todos los que habían escogido la rama para hacer FP en vez de bachillerato al año siguiente y los cuatro inconscientes que habíamos decidido que queríamos ser de letras y dar Cultura Clásica en vez de Biología. Eso pasa por no llamar a las cosas por su nombre, que uno se lía. Pero bueno, que me voy por las ramas. Yo estaba hablando de María Eugenia.

En clase era implacable, inflexible, pero enseñaba como pocos. Fue la primera (y única hasta la fecha) profesora que no anunciaba los exámenes. Y entonces se podía (yo tengo ya avisados exámenes que voy a poner en junio). Era la única forma de mantenernos siempre alerta, de hacernos trabajar cada día. O al menos de intentarlo, porque con algunos de nosotros no había manera. Dábamos en clase todo el por saco posible y un poco más. Nos encantaba reírnos de su acento sevillano después de cuarenta años viviendo en Córdoba e imitarla.

Pero fuera de clase; fuera de clase era todo lo contrario. Era como una abuelilla. Recuerdo una vez, estando ya en la universidad, que estábamos en la Plaza de las Tendillas, sentados en un banco y de repente nos la encontramos. Otro habría dicho simplemente "hola" y habría seguido su camino, como me ha pasado con más profesores. O se habría hecho el loco. Pero ella no era otro. Ella se paró, nos dio dos besos a cada uno, nos preguntó qué estábamos haciendo, nos habló de sus nietos.

Y me acaban de avisar de que se ha muerto. Y me han hecho pensar. Parte del mensaje era "Un buen momento para recordar a quienes han hecho tanto por nosotros y han formado parte de lo que somos, como tú haces ahora con tus niños". Hay profesores que te marcan de tal manera que al final haces la misma carrera que hicieron ellos - durante dos años estuve pensando en hacer Historia por cómo transmitía el profesor que la daba; mi primer profesor de alemán me marcó tanto que en once años no he abandonado el idioma (y si vierais una foto suya de entonces lo mismo os recordaría a alguien, pero eso no es de forma inconsciente). Y hay otros que te marcan de otra forma mucho más profunda. Yo nunca enseñaré matemáticas o física y química, eso está claro; pero el carácter, el carisma de gente como ella, espero trasmitirlo día a día.

2 comentarios:

José Alberto dijo...

Qué buen momento para volver a ponerme al día en el blog. Yo también soy biólogo, en parte, por mis profesores. Un palo lo de María Eugenia, me lo dijo Álvaro.

Alvaroluke dijo...

Clavado momento y conmovedora entrada. Ya cuando dejé el cole le guardaba un rincón especial en mi recuerdo, pero ahora como profe veo cuánto tengo que agradecerle.

Chocaba mucho el contraste entre lo hueso que era en clase y lo simpatiquísima que era fuera, pero pude estar en la misa que le dieron en San Lorenzo y su hija lo dijo claro. Todo lo que hacía era por los demás.

Tenía las cosas muy claras, y sabía que había que crear tensión para que los chavales no se aplatanen y saquen lo mejor de sí mismos (que muchos llegan pa' echarle el asuquita a las tortas ;) ). Pero se preocupaba mucho por cómo eramos y cómo nos iba. Era verdaderamente generosa y una auténtica educadora.

Ve con Dios, María Eugenia. Gracias.